EL CASO DE LAS HADAS DE COTTINGLEY: EL PRIMER BULO FOTOGRÁFICO DE LA HISTORIA

Julio de 1917, Cottingley, Inglaterra. Dos chicas llamadas Frances y Elsie se toman una serie de fotografías supuestamente jugando con hadas, en un arroyo cercano a su casa. Así empieza el conocido como “el caso de las Hadas de Cottingley”, el primer «hoax» de la historia de la fotografía. Estas cinco fotografías de supuestas hadas generaron gran controversia en la época, y lograron engañar al mismísimo Arthur Conan Doyle. 

Las dos primeras fotos

En el momento en que se tomaron las dos primeras fotos, en julio de 1917, Elsie tenía 16 años y Frances 10. Frances se había criado en Sudáfrica, pero estaba pasando una temporada en casa de su prima en Inglaterra, mientras su padre luchaba en la Primera Guerra Mundial.

Elsie y Frances solían jugar cerca del arroyo que había detrás de la casa. En varias ocasiones, contaron que habían visto hadas y nomos en el lugar, pero los adultos no las creyeron. Arthur Wright, el padre de Elsie, era aficionado a la fotografía y poseía una cámara fotográfica de la época, una Butcher Midg No. 1 Magazine Type Falling Plate 1/4 ( 😶 no se parece demasiado a lo que hoy en día consideramos una cámara de fotos). Elsie tomó prestada la cámara de su padre para sacar fotos de prueba sobre las hadas.

Cuando su padre reveló la placa de la primera foto, apareció efectivamente una imagen de Frances acompañada por cuatro hadas que parecían estar bailando. Pero según Arthur, las hadas de la foto eran imágenes recortadas.

Unos meses más tarde, las chicas volvieron a coger la cámara y esta vez la fotografía mostraba a Elsie dándole la mano a un gnomo. (En inglés la palabra «fairy» se refiere en general a «hadas y duendes» y no solo a hadas, por eso se habla de «cinco fotos de hadas» aunque en realidad eran 4 de hadas y una de un duende).

Nota: esta no es la foto real de las hadas. Las fotos reales puedes verlas aquí: Wikipedia

¿Cómo llegaron las fotos de las hadas a la opinión pública?

Después de revelar esta segunda foto, Arthur seguía creyendo que era todo un montaje, y de hecho les prohibió volver a utilizar su cámara.

Sin embargo, Polly Writh, la madre de Elsie, sí creyó desde el primer momento que las fotos eran auténticas. Polly estaba muy interesada en el ocultismo y los sucesos paranormales. En verano de 1919, dos años después de haberse tomado las fotos, acudió a una conferencia de la Sociedad Teosófica que versaba sobre la existencia de las hadas. Polly llevó las dos fotos a esta reunión y las mostró a otros asistentes. El conferenciante a cargo de la charla solicitó permiso para exhibirlas en la reunión anual sobre hadas a finales de 1919. Así fue como el asunto llegó a los oídos de Edward Gardner, uno de los líderes de la organización. Cuando Gardner vio las fotografías, no dudó en creer que eran auténticas.

A partir de aquí, el caso se hizo público, acaparando gran atención y originando una gran controversia sobre la autenticidad de las fotos. El mismo Arthur Conan Doyle, autor de Sherlock Holmes, se interesó por el tema.

La implicación de Arthur Conan Doyle

En junio de 1920, Sir Arthur Conan Doyle estaba escribiendo un artículo sobre hadas para un especial navideño de la publicación The Strand Magazine. Mientras preparaba el artículo, oyó hablar de las dos imágenes de las hadas y se puso en contacto con Gardner para ver las fotografías.

Doyle, que eran un gran apasionado del espiritismo y los fenómenos paranormales, tampoco dudó de la autenticidad de las imágenes. Inmediatamente se puso en contacto con Arthur, el padre de Elsie, pidiéndole permiso para incluir las dos fotografías en su artículo. Arthur accedió, pero los nombres de las chicas debían aparecer bajo seudónimo en la publicación. Por eso en el artículo las niñas aparecían mencionadas como Alice e Iris.

Sin embargo, tanto Doyle como Gardner sabían que la publicación de las fotos iba a causar mucha polémica. Necesitaban pruebas científicas para acallar a los escépticos. Por eso se pusieron en contacto con Harold Snelling, un experto en fotografía, que tras examinarlas dictaminó que no parecían estar trucadas.

Buscando una segunda opinión, se dirigieron a los laboratorios Kodak. Los técnicos de Kodak tampoco encontraron signos evidentes de trucaje en las fotografías, pero se mostraron cautelosos. Por lo tanto, Kodak no llegó a declararlas oficialmente auténticas.

Por último también le mostraron las fotos a un eminente físico de la época, Sir Oliver Lodge, pero este afirmó que se trataba de un montaje. Puesto que dos de los tres expertos consultados creían que las fotos no estaban trucadas, a Gardner y Doyle les bastó para considerarlas auténticas.

Aun así les pareció razonable que si conseguían más fotografías de las hadas, sería más fácil convencer a los escépticos. Por eso Gardner viajó a Cottingley en agosto de mil novecientos veinte provisto de dos cámaras y varias placas fotográficas, para entregárselas a las niñas, pidiéndoles que tomasen más fotos.

Las tres últimas fotos

A finales de ese mismo verano, el padre de Elsie les envió tres imágenes, lo que completa la serie de las cinco fotos de las conocidas “Hadas de Cottingley”. Estas tres últimas fotografías mostraban a un hada bailando al lado de Frances, otra hada dándole un ramo de flores a Elsie y unas hadas «tomando el sol», respectivamente.

En noviembre, finalmente se publicó el artículo de Arthur Conan Doyle en la revista The Strand. El artículo incluía las dos fotografías de 1917, que habían sido retocadas por Harold Snelling para darles mayor calidad.

Tras la publicación, las críticas no se hicieron esperar. Los escépticos señalaban diversos puntos que era imposible ignorar: las imágenes de las hadas se veían planas, en dos dimensiones, como si estuviesen hechas de papel o cartón. Además, algunos también señalaron que la ropa y los peinados de las hadas coincidían con la moda de la época, lo cual resultaba muy sospechoso.

Por otro lado, una crítica recurrente era que las figuras de las hadas estaban demasiado definidas en todas las fotografías. La cámara con la que se habían sacado las fotos no tenía aquella resolución. Recordemos que el experto fotográfico las había retocado antes de su publicación. Algunos señalaron que estos retoques se hicieron con el único propósito de aumentar el realismo de lo que de otro modo parecerían simples figuras de cartón.

A pesar de todo, en 1921 Arthur Conan Doyle escribió otro artículo para la revista con las tres últimas fotos de las hadas. En 1922 incluso publicó un libro completo titulado La Llegada de las Hadas. De hecho hasta su muerte en 1930, él siguió creyendo que las fotos de las hadas eran auténticas.

La confesión de Elsie y Francis

Después de esto, el interés del público por el asunto de las hadas fue disminuyendo gradualmente. Muchos años más tarde, a principios de los 70, la prensa consiguió localizar a Elsie. En una serie de entrevistas posteriores en los años setenta, las dos primas siguieron afirmando que no habían trucado las fotos. En 1978, el mago e investigador paranormal James Randi examinó las fotos de forma computerizada. Las imágenes optimizadas por ordenador mostraron que las imágenes estaban trucadas.

Finalmente, en 1983 las dos mujeres admitieron públicamente haber falsificado las fotografías. Las hadas estaban fabricadas con telas y recortes. Las habían sujetado a la hierba con alfileres de sombrero. Pero cuando todo el asunto escaló y entró en escena Arthur Conan Doyle, ya no se atrevieron a admitir la supechería. ¿Cómo iban a explicarle al mismísimo autor de Sherlock Holmes que le habían engañado?

Sin embargo, mientras que Frances admitió que todas las fotos eran trucajes, Elsie siguió insistiendo en que la quinta foto era auténtica. Además, ambas primas afirmaron que, aunque las imágenes eran falsas, ellas habían visto hadas en aquel lugar.

Y así fue cómo dos niñas de 10 y 16 años engañaron al creador del detective más famoso de la historia… y a otras muchas personas. Hoy en día resulta casi imposible entender cómo científicos, expertos fotográficos etc. pudieron llegar a creer que estas fotos eran reales, pero en aquella época la fotografía todavía estaba en sus inicios y la gente tendía a suponer que lo que aparecía en una imagen era simplemente un reflejo de la realidad.

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