Francia, siglo XVIII. En la histórica ciudad de Lyon nace Tarrare en el año 1772. Su destino estaría marcado por un extraño trastorno, que le llevó a una vida llena de desafíos y que la medicina no pudo explicar. Y es que Tarrare, literalmente no podía parar de comer.
Los primeros años de Tarrare
Aunque Tarrare creció siendo un niño aparentemente sano, desde muy temprana edad se hizo evidente su hambre insaciable. Necesitaba consumir diariamente cantidades extremas de alimentos, superando las necesidades alimenticias de varios hombres adultos.
A medida que crecía, su voracidad se volvió incontrolable. Consumía todo lo que encontraba a su alcance: carne cruda, huesos, desperdicios, y si no había nada comestible a mano comía piedras, palos o trozos de tela. Sus intentos de satisfacer su hambre inacabable eran desesperados, lo que le llevaba a buscar comida en lugares insólitos, y muchas veces peligrosos.
Su familia, desesperada ante este extraño fenómeno, terminó por echarle de casa. Así, desde muy joven, Tarrare se unió a un grupo de charlatanes ambulantes, donde se exhibía como atracción de circo. En sus exhibiciones comía cestas de manzanas enteras, piedras corchos y otros objetos que desafiaban la comprensión humana. Sin embargo, sus hazañas impactantes no siempre fueron bien acogidas, ya que causó gran escándalo, entre otras cosas, que se comiese un gato vivo.
Tarrare como soldado
Entonces decidió probar suerte en la vida militar, y en 1792, a la edad de 20 años, se alistó en el ejército francés durante la guerra de la primera coalición. Pero como las raciones del rancho no saciaban su apetito voraz, se dedicaba a buscar comida en basuras y vertederos, comía piedras, ramas y hasta animales vivos como serpientes, lagartijas o ranas.
Sin embargo, por mucho que comiese seguía delgado y famélico, y nunca lograba saciar su apetito. Tanto es así que enfermó de debilidad, y fue ingresado en el hospital militar. Allí los médicos, asombrados ante su extraña condición, le sometieron a una serie de estudios para determinar la causa de su voracidad inagotable. Durante estos experimentos los médicos vieron cómo se comía un gato vivo, abriéndole el abdomen con los dientes y vomitando luego el pelaje del animal. También se comió en su presencia lagartos y serpientes. Algunos alimentos como las manzanas se los comía enteros sin masticar. En una ocasión en que quisieron ver hasta dónde podía llegar, prepararon una comida para 15 personas y se la comió entera. Inmediatamente después, según describieron los médicos su abdomen se infló como un globo y se quedó profundamente dormido.
Otras observaciones de los médicos fueron que a pesar de su hambre desatada, Tarrare no tenía sobrepeso sino que estaba muy delgado, con aspecto de parecer siempre famélico. También observaron que cuando no comía, la piel del estómago le colgaba de tal manera que podía doblarla en un pliegue que le llegaba hasta el pecho. Después de comer su abdomen se hinchaba y se ponía tenso como un globo.
Además estaba constantemente pálido y sudoroso, y desprendía un olor que todos describían como nauseabundo. Los médicos también le describieron como de temperamento apático, sin ningún otro objetivo o guía en la vida que buscar más comida. Aparte de esto, determinaron que no sufría ningún tipo de retraso ni enfermedad mental.
El surrealista episodio de Tarrare como espía
Después de varios meses de experimentos, Tarrare tuvo que incorporarse otra vez a filas. Sus superiores pensaron entonces que quizás pudieran aprovechar su extraña condición en favor del ejército francés. Entonces decidieron convertirle en espía, ejerciendo de correo en las líneas enemigas portando documentos secretos. Teniendo en cuenta que Tarrare también solía devorar objetos no comestibles, le pusieron a prueba haciendo que se tragase entera una caja de madera que contenía un documento. Dos días después defecó la caja sin digerir, con el documento aún legible en su interior.
Como recompensa, le regalaron una carretilla con 15 kilos de hígados y pulmones de vaca crudos, y se los comió allí mismo delante de sus superiores.
Aunque la prueba había resultado un éxito, la primera misión real de Tarrare fue un fracaso. Se tragó otra caja que supuestamente contenía un documento secreto muy importante. Lo que él no sabía era que en realidad era un mensaje de prueba totalmente irrelevante. Le encomendaron la misión de llevarle el mensaje a un coronel francés que estaba detenido por el ejército prusiano. Tarrare se disfrazó de campesino alemán para despistar a las tropas prusianas, pero no tardaron en detectarle y detenerle, porque no sabía hablar alemán, lo cual resultaba muy sospechoso.
Los soldados prusianos cachearon a Tarrare en busca de evidencias de que era un espía, pero no encontraron nada que le comprometiese. Obviamente, lo que ellos no sabían es que la evidencia estaba en el interior de su estómago. Como se negaba a traicionar su misión y a confesar por qué estaba allí y quién le enviaba, le metieron en un calabozo durante veinticuatro horas. Aquello fue demasiado para Tarrare, que confesó porque no podía aguantar más tiempo sin comer. Al saber que guardaba una caja con información confidencial dentro de su cuerpo, le encadenaron a una letrina hasta que la expulsó. Los prusianos recuperaron su contenido, pero se enfurecieron al descubrir que no eran documentos secretos, sino un mensaje sin ningún interés. Le condenaron a la horca, pero cuando ya le tenían con la soga al cuello decidieron soltarle, no sin antes haberle apaleado.
Después de esta experiencia, Tarrare intentó por todos los medios no volver al frente, así que regresó al hospital militar afirmando que estaba dispuesto a hacer lo que fuese para tratar su condición. Allí le trataron con diversos remedios, pero ninguno dio resultado. Tarrare salía a escondidas del hospital a buscar comida y desperdicios entre la basura, las alcantarillas y los vertederos. Se dice que también intentó entrar en la morgue del hospital para comerse los cuerpos de otros soldados fallecidos. Cuando desapareció un bebé de la vecindad, todas las sospechas recayeron en Tarrare, por lo que le expulsaron del hospital. Así, acabó abandonado y solo, llevando una vida vagabunda.
La muerte de Tarrare
De esta forma pasó cuatro años, hasta que en 1798 le ingresaron en el hospital de Versalles, presa de una profunda debilidad. Según él, esto se debía a que hacía dos años se había tragado un tenedor de oro que todavía se encontraba dentro de su cuerpo. Sin embargo, los médicos le diagnosticaron tuberculosis, y Tarrare falleció unas semanas después, a la temprana edad de 26 años. Nunca quedó completamente esclarecido si su muerte se debió a la tuberculosis, a una infección intestinal, o a complicaciones derivadas de su condición.
Los médicos que le hicieron la autopsia descubrieron que su esófago era inusualmente grande, al igual que el hígado y la vesícula biliar, y que sus vísceras estaban llenas de úlceras purulentas. Además, recuperaron contenidos de su estómago entre los que citaron piedras, restos de animales parcialmente digeridos y hasta trozos de tela. Por cierto, el supuesto tenedor de oro nunca se encontró dentro de su cuerpo.
¿Qué enfermedad sufría Tarrare? Teorías e hipótesis
El apetito voraz de Tarrare, también conocido como polifagia o sensación de hambre insaciable, podría deberse a diferentes causas. Una teoría sugiere que podría haber padecido una enfermedad muy poco habitual, el síndrome de Prader-Willi, que parece estar relacionado con un mal funcionamiento del hipotálamo.
Otra teoría especula con la posibilidad de que su metabolismo fuese anormalmente rápido, por lo que quemaba calorías a un ritmo acelerado y necesitaba constantemente reponer energía. Esto podría probarlo el hecho de que su sistema digestivo y vísceras también eran anormalmente grandes.
Por otro lado, la necesidad constante que tenía Tarrare de consumir objetos no comestibles como piedras, ramas o trozos de tela es conocido como el síndrome de la pica. No se trata de una enfermedad con base fisiológica sino psicológica. Las personas que padecen este síndrome sienten un impulso irrefrenable de comer objetos que no tienen valor nutricional, sin experimentar sensación de saciedad. En muchos casos la pica viene causada por deficiencias nutricionales. Tarrare quizás padecía este trastorno porque su cuerpo no recibía todos los nutrientes necesarios, a pesar de que consumía cantidades ingentes de alimentos.
Probablemente el trastorno de Tarrare no fuese uno solo sino una combinación de varios de los que se proponen en las diferentes teorías. En todo caso, su vida estuvo marcada por el misterio de su extraña condición y sobre todo por el gran sufrimiento y la incomprensión que esta conllevaba.
Y así se forjó la leyenda de Tarrare, el hombre con el apetito más voraz de la historia. Hoy en día su caso sigue siendo objeto de estudio y debate en la comunidad médica y científica.
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